COMUNICACIÓN
El signo lingüístico
Llamamos signo lingüístico a cada uno de los signos orales
que componen una lengua.
Estos signos orales, dotados como
todo signo de significante y significado, pueden ser de naturaleza muy diversa.
Son, por ejemplo, signos lingüísticos los siguientes segmentos:
Los enunciados: Luis se ahoga en un vaso de agua.
Las expresiones: boca de metro.
Las palabras: mesa.
Ciertas secuencias de sonidos dotadas de significado. Por
ejemplo, en la palabra pescaderías podemos identificar las siguientes
secuencias con significado:
La secuencia pescad, que nos remite a la idea de «pescado»;
La secuencia ería, que nos remite a la idea de «local donde
se vende algo»;
La secuencia s, que nos remite a la idea de «plural».
El significante y el significado del signo lingüístico
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Lo mismo que ocurre con los demás signos, en
los signos lingüísticos se pueden distinguir dos planos: el significante o
plano de la expresión y el significado o plano del contenido.
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- El significante de un signo lingüístico es la imagen que tenemos en nuestra mente de una cadena de sonidos determinada. Esa imagen fónica permite, por ejemplo, que podamos pensar palabras sin pronunciarlas: l-á-p-i-z.
- El significado de un signo lingüístico es el concepto o la imagen que asociamos en nuestra mente a un significante concreto. Así, cualquier hispanohablante asocia a la cadena de sonidos l-á-p-i-z una imagen similar a esta:
El significado no es un objeto real, sino
solamente el concepto que una cadena de sonidos nos sugiere. Por eso, cuando
escuchamos la palabra lápiz podemos pensar en un lápiz de madera o en un
lápiz de metal, en un lápiz negro o en un lápiz de color. Pero, en cualquier
caso, sea cual fuere nuestra representación mental de la palabra lápiz,
siempre pensaremos en un instrumento que contiene una mina de grafito o de
cualquier otro material con la cual se puede escribir.
Del mismo modo, la palabra mesa evoca en
algunos hablantes un objeto de madera de superficie circular sujeta por tres
patas, mientras que a otros hablantes puede sugerirles la imagen de un objeto
metálico de superficie rectangular y con cuatro patas. Ahora bien, tanto unos
hablantes como otros definirán ese concepto como un «mueble compuesto por una
superficie, generalmente lisa, sostenida por una o varias patas, que sirve para
comer, estudiar, escribir, jugar y otros usos diversos».
Significante y significado se corresponden y se
implican mutuamente, como si fueran la cara y la cruz de una misma moneda.
Ambos son dos aspectos inseparables de una misma realidad que se forma en
nuestra mente: el signo.
La arbitrariedad del signo
Si
hay lenguas distintas es porque en cada lengua se asigna un significante
distinto a un significado que puede ser común a todas ellas. Así, por ejemplo,
al concepto de «ser humano adulto varón» asociamos en castellano el
significante hombre, en inglés el significante man y en francés
el significante homme.
Este hecho evidencia que la relación entre
significante y significado es arbitraria: los hablantes de una lengua
han asignado históricamente una cadena de sonidos a un determinado concepto,
pero podrían haber asignado cualquier otra cadena.
Las palabras motivadas
La relación entre el significante y el
significado de una palabra es arbitraria, no obedece a ningún motivo, salvo
casos como las palabras motivadas, en las que la relación entre significante
y significado responde a una razón determinada. Son palabras motivadas los
epónimos y las onomatopeyas.
- Los epónimos: son palabras que se han formado a partir de un nombre de persona. Por ejemplo, pasteurización a partir de Louis Pasteur.
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